Sobrevivientes de una enfermedad vascular cerebral (EVC) y su rehabilitación
En México se presentan alrededor de 100 mil casos de EVC al año y representan la cuarta causa de muerte en el país.
La enfermedad vascular cerebral es un conjunto de afecciones neurológicas que se subdividen en dos grupos. El primero implica la oclusión de las arterias o un infarto cerebral, que la gente comúnmente conoce como embolia porque son coágulos o émbolos que llegan al cerebro y tapan las arterias. Representa alrededor del 80 por ciento de los casos ocurridos.
El 20 por ciento restante, añadió, se debe a la ruptura de los vasos cerebrales, lo que provoca un derrame de sangre dentro del cerebro; “por eso se le da el término de hemorragia cerebral”.
Una EVC se considera una emergencia médica y requiere que se diagnostique y se trate sin demora. Después de haber sufrido una lesión cerebral, la gran mayoría de los pacientes pierden parte de su actividad motora, por lo que comenzar un programa de rehabilitación rápidamente es clave para la recuperación.
La meta de la rehabilitación es ayudar a los sobrevivientes a volverse tan independientes como sea posible y a lograr la mejor calidad de vida posible. Aunque la rehabilitación no “cura” los efectos de la lesión cerebral, ya que no revierte el daño cerebral, sin embargo puede ayudar a las personas a alcanzar el mejor resultado posible a largo plazo.
La rehabilitación ayuda a los sobrevivientes del ataque cerebral a volver a aprender aptitudes que se han perdido cuando se daña parte del cerebro. Algunas de estas aptitudes pueden incluir la coordinación de los movimientos de las piernas, con el fin de caminar o llevar a cabo los pasos involucrados en cualquier actividad compleja.
La rehabilitación también le enseña a los sobrevivientes nuevas maneras de realizar tareas para sortear o compensar cualquier discapacidad residual, por ejemplo las personas podrían necesitar aprender a bañarse y vestirse usando una sola mano, o cómo comunicarse eficazmente cuando su capacidad para usar el lenguaje se ha comprometido.
Tipos y grados de discapacidad
Los tipos y grados de discapacidad que siguen a un ataque cerebral dependen de cuál área del cerebro está dañada y cuánto se ha dañado. Es difícil comparar una discapacidad individual a otra, ya que cada ataque cerebral puede dañar partes y cantidades levemente diferentes del cerebro. Generalmente, el ataque cerebral puede causar cinco tipos de discapacidades: parálisis o problemas para controlar los movimientos; trastornos sensoriales que incluyen dolor; problemas para usar o entender el lenguaje; problemas con el pensamiento y la memoria; y trastornos emocionales.
En esta ocasión vamos a enfatizar la parálisis o problemas para controlar el movimiento (control motor).
La parálisis es una de las discapacidades más comunes resultantes del ataque cerebral. Generalmente la parálisis se produce en el lado del cuerpo opuesto al lado del cerebro dañado por el ataque cerebral, pudiendo afectar la cara, un brazo, una pierna o todo el lado del cuerpo. Esta parálisis de un lado se llama hemiplejía si implica la incapacidad completa de moverse o hemiparesia si es menos que una debilidad total. Los pacientes con ataque cerebral que tienen hemiparesia o hemiplejía podrían tener dificultad con las actividades diarias como caminar y agarrar objetos. Algunos pacientes con ataque cerebral tienen problemas para tragar, llamado disfagia, debido al daño en la parte del cerebro que controla los músculos de la deglución. El daño en la parte baja del cerebro, el cerebelo, puede afectar la capacidad del cuerpo para coordinar el movimiento, una discapacidad llamada ataxia, que lleva a tener problemas con la postura del cuerpo, caminar y el equilibrio.
La rehabilitación posterior al ataque cerebral involucra a médicos; enfermeras de rehabilitación; terapeutas físicos, ocupacionales, recreacionales, del habla y el lenguaje, y vocacionales; y profesionales de la salud mental.
Los fisioterapeutas se especializan en tratar discapacidades relacionadas con el deterioro motor y sensorial. Están capacitados en todos los aspectos de la anatomía y la fisiología relacionados con el funcionamiento normal, con un énfasis en el movimiento. Evalúan la fortaleza, la resistencia, el rango de movimiento, las anormalidades de la marcha y los déficits sensoriales del sobreviviente del ataque cerebral para diseñar programas de rehabilitación individualizados dirigidos a recuperar el control del funcionamiento motor.
Los fisioterapeutas ayudan a los sobrevivientes a recuperar el uso de los miembros dañados por el ataque cerebral, enseñan estrategias compensadoras para reducir el efecto de los déficits restantes, y establecen programas continuos de ejercicios para ayudar a las personas a retener sus aptitudes recientemente aprendidas. Las personas discapacitadas tienden a evitar el uso de los miembros dañados, un comportamiento llamado no uso aprendido. Sin embargo, el uso repetitivo de los miembros dañados estimula la plasticidad cerebral y ayuda a reducir las discapacidades.
Las estrategias usadas por los fisioterapeutas para alentar el uso de los miembros dañados incluyen estimulación sensorial selectiva como golpeteo o golpecitos, ejercicios activos y pasivos de rango de movimiento, y restricción temporaria de los miembros sanos mientras se practican tareas motoras.
En general, la fisioterapia enfatiza la práctica de movimientos aislados, cambiando repetidamente de un tipo de movimiento a otro, y ensayando movimientos complejos que requieren mucha coordinación y equilibrio, como subir y bajar escaleras o moverse con seguridad entre obstáculos.
Existen también equipos con alta tecnología que permiten realizar las terapias de forma más fácil y medible tanto para el paciente como para el fisioterapeuta.
Entre ellos está el Sistema de Balance SD, el cual ha sido diseñado para evaluar y dar tratamiento a las personas que buscan mejorar el balance, incrementar la agilidad, desarrollar tono muscular y tratar una amplia variedad de patologías.
Es el único sistema que ofrece un programa de evaluación rápido y preciso para la prevención de caídas en el adulto mayor.
Permite evaluar el control neuromuscular mediante la cuantificación de la capacidad de mantener la estabilidad postural bilateral y unilateral dinámica sobre una superficie estática o inestable.